《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 6.2 - El Señor de la Calamidad
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—¿En tu mundo también tenéis constelaciones como las nuestras? —dijo Aer.
—Claro. Algunas tienen nombres increíbles. El cinturón de Orión es uno de ellos—explicó Finnian.
—¿Y tiene forma de cinturón? ¿Quién le puso un nombre así? ¿Y por qué un cinturón? —inquirió Aer, incorporándose del suelo para mirarle.
—Ni idea. ¿Por qué han llamado Titanus a una constelación? —añadió Finnian, haciendo lo mismo.
—Porque tiene la forma del gran titán de la tierra, ¡por supuesto! —dijo Aer, rodando la mirada.
La cena y la tranquilidad que encontraron allí dio rienda suelta a algo que llevaban ignorando desde hacía bastante: cansancio. Huyeron de Alta Espada de madrugada y pasaron el día siguiente andando en el Bosque de Ellery, recuperando fuerzas a trompicones. Permanecer en el Santuario tranquilizó a los elthean y hasta Finnian terminó rindiéndose a aquella sensación. Mientras que las demás entraron en la tienda, Aer y él permanecieron fuera, tumbados en el suelo, demasiado nerviosos para dormirse ya. El cielo nocturno se mostraba más oscuro que nunca, perfecto para ver estrellas, algo que era complicado hacer en Madrid. Así aprendió que tenían casi tantas constelaciones como en su mundo, o que Elthea contaba con tres lunas: una blanca (la más grande), una azul (la mediana) y otra amarilla (la más pequeña).
—¿Ves esa estrella de allí? ¿La que brilla tanto?
—Aer, todas brillan mucho —dijo Finnian, frunciendo la mirada y ocultando un bostezo con su brazo.
—Esa, dormilón —dijo Aer, moviéndole la cabeza y señalando con su mano libre—. La llamamos la estrella Sensible. Nos indica el este y el camino que tenemos que llevar hasta el Galya.
—¿Sensible? ¿Por los Frionach como Ead? —dijo Finnian, a lo que el elthean asintió—. Son una especie de guías, ¿verdad?
—Más o menos, aunque es el primero que he conocido —admitió Aer.
El lado bueno es que no era el único que estaba viviendo todas aquellas novedades. Aer le contó algunos detalles de su infancia, de cómo que se había criado con Rune desde que salió del huevo, que Ailfryd les cuidaba (entre otros) y la vida que tenían en el Galya.
—Seguro que se habrán pegado un buen susto con nuestra desaparición —dijo Aer, más pensativo que nunca.
—Es algo que al menos tienes claro —admitió Finnian, soltando un suspiro—. ¿Qué habrá pasado en mi mundo?
Ya les contó lo que recordaba sobre su llegada allí, pero ahora que podía sentarse a pensarlo con calma… ¿Se habrían dado cuenta de su desaparición? ¿O permanecería sumido en la oscuridad?
—Todo estará en su sitio, ya lo verás—dijo Aer, ensanchando su sonrisa.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Finnian, no eres el primer Signo en venir aquí. Cuando regreses a tu mundo todo irá bien —le aseguró Aer.
Eso quería creer, aunque había una ligera duda. ¿Recordaría lo que estaba viviendo allí? ¿O lo olvidaría, pensando que no ha sido nada más que un fantasía?
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Cansado y casi conciliando el sueño, la calma del campo se vio interrumpida por un sonido muy particular. No fue el ruido de ningún insecto o cualquier otro elthean que estuviera por la cercanía. ¡Era música! Alta y clara, como si saliera de unos altavoces gigantes que además se acercaban hacia donde estaban ellos. Rune, Leith y Ead aparecieron de la tienda, más dormidas que despiertas, pero igual de sorprendidas. Entonces fue cuando alguien se acercó a los límites del santuario, acompañado por aquella canción de rock.
—¡Quién anda aquí! —exclamó Finnian.
—Me encanta que hagas esa pregunta.
Una voz grave y melodiosa fue quien le contestó, siendo iluminado por lo que debía de ser un tráiler tirado por dos triceratops. Frente a ellos surgió lo que al principio parecía un adulto por su elevada altura, superando los dos metros. No obstante, pronto se dio cuenta de su error, pues su aspecto era bastante distinto al suyo. Con unos pantalones azules ajustados y llevando un abrigo largo y negro, en lugar de piel apreciaba un pelaje color crema. Su rostro era una mezcla de león y humano, con hocico donde solía ir la nariz y unos ojos amarillos que brillaban con luz propia. Su melena castaña oscura era tan prominente como la de su versión animal, llevando un sombrero pirata sobre ella.
—Vaya, así que los rumores son ciertos. ¡El Signo por fin ha llegado! —aplaudió el elthean.
—Guau, gracias por señalar lo evidente —dijo Finnian.
Aquel elthean desprendía una energía distinta a cualquiera de los que había visto hasta ahora. Era algo que no se percibía con solo mirarlo, pues aquella manera tan civilizaba solo ocultaba a medias una amenaza considerable.
—Nos has salido contestón, ¿eh niño?
—¿Es que no vas a presentarte? —intervino Aer.
—Soy Ariel, ¡el más poderoso de todos los elthean! Aunque puede que me conozcáis como el Señor de la Calamidad —dijo Ariel, ensanchando su sonrisa.
¿En serio? ¿Apenas estaban descansando y ahora aparecía él? ¡De entre todos los elthean tenía que ser ese! ¿Es que era una broma de mal gusto?
—¿Quieres pelea? —dijo Aer, alzando ambos puños.
—Como si fuerais a salir del Santuario para enseñarme tus mejores golpecitos —se mofó Ariel—. Además, vuestro poder actual es ridículo. ¿Por qué perder tiempo con vosotros ahora cuando puedo dejaros para más tarde? Prefiero buscar al Erosionador, ¡un rival digno de mí!
—¿El Erosionador? —repitió Finnian.
—¿Es que no os habéis enterado? —dijo Ariel, riéndose con ganas—. Hay un elthean que arrasa todo lo que pilla a su paso. ¡Cómo se atreve para intentar quitarme el puesto!
—Guau, ¿incluso los Señores de la Calamidad tenéis competencia? —dijo Finnian con sarcasmo.
—No, solo debería estar yo. ¡Y algún insensato se mete donde no le llaman! —exclamó Ariel con enfado.
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—¿Cómo se le ocurre? —bromeó Aer.
—¡Eso! Nosotros deberíamos de luchar, pero ese Erosionador no para de causar caos en tú terreno —dijo Finnian, tratando de esconder la burla en sus palabras.
—Inteligente y avispado, menuda combinación eres —dijo Ariel, momento en el que fue interrumpido por uno de sus elthean subordinados con aspecto de híbrido entre hiena y humano—. Aunque estáis de suerte, hoy no acabaré con vosotros. Tengo el rastro de ese “Erosionador” y pienso darle su merecido.
—¿Que te vaya bien? —dijo Finnian, cada vez más confundido con todo aquello.— Te molesta que le llamen así, ¿eh? Es guay, aunque no hay nada mejor como “Ariel, la calamidad del rock”.
—Me gusta. Tienes buen ojo, humano. Lástima que estemos en bandos opuestos —dijo Ariel, observándole con curiosidad—. ¡Hasta pronto, enanos!
Regresando a su tráiler, la música volvió a escucharse a todo volumen mientras Ariel rugía de júbilo. Tras aquel escándalo, pronto desapareció de su vista y, por suerte, también de sus oídos. Aer le miró, igual que él lo hizo con los demás, ignorando cómo reaccionar ante una situación tan peculiar.
—¿Qué demonios ha pasado? —dijo Finnian.
—Eso podíamos decirlo nosotros —repuso Rune, cruzándose de brazos—. ¿Hablando del tiempo con el Señor de la Calamidad?
—Era eso o gritarle que no podría derrotarnos. ¿Qué preferiríais? —se defendió Finnian.
—Sois enemigos naturales. No puedes confiar en él —dijo Ead con seriedad.
—No lo hago, pero mejor evitarle por ahora. Imaginad que decidiera acampar aquí delante —dijo Finnian.
—Elthea se está convirtiendo en un mundo de locos —dijo Aer, negando con la cabeza—. ¿Qué nos encontraremos ahora?
—Mmm… ¿Fantasmas con forma de golosina? —propuso Finnian.
—Si fueran dulces… ¿Por qué no? —dijo Aer.
—Anda, dormíos de una vez —dijo Rune, para darse la vuelta y dirigirse hacia la tienda, no sin antes añadir—. Vaya dos. Ailfryd no se va a creer todo esto. Elthea estará condenada como continuemos así.
Para sorpresa de Finnian, abrió los ojos cuando el sol ya estaba en lo alto, sintiendo que podría dormir por lo menos una semana. No había soñado nada, lo que era extraño incluso para él. Estando solo dentro de la tienda, asomó la cabeza para asegurarse de que estaban allí. En cuanto repararon en él, sonrieron mientras desayunaban.
—Pensábamos despertarte más tarde —prometió Aer en cuanto le vio salir—. Se te veía muy cansado anoche.
—Normal. Os pasasteis un buen rato mirando las estrellas, par de charlatanes —dijo Rune, poniendo los ojos en blanco.
—Deberías de comer algo. ¡Necesitas renovar tus fuerzas! —añadió Leith moviendo la cola con alegría.
Compañeros mágicos con todo tipo de habilidades, comida de sabores extravagantes y un mundo por explorar. Ni en sus mejores sueños había imaginado nada así, y aunque sus primeros pasos no fueron muy acertados, seguía allí con todas las extremidades. E incluso tras hablar sobre el Señor de la Calamidad, decidieron tomar otra ruta para intentar evitar.
—Hay algo que debemos hablar antes de marcharnos —dijo Finnian en cuanto terminó de comer—. Aer, Rune y yo nos dirigimos hacia el Galya, pero tú y Ead podéis seguir vuestro camino. ¿Quizás buscar al resto de tu grupo?
Sabía lo más importante que le contó Leith. El cómo estaba viajando con otros dragones, que después fueron atacados y terminaron separándose, huyendo del Cazadragones. Su amiga escapó por los pelos, para más adelante verse atrapada en el Bosque de Ellery. Puede que su cazador se hubiera dado por vencido al verla acabar allí, aunque esa era una pregunta a la que no tenían respuesta.
—Me ha gustado conoceros, pero no puedo decidir por vosotros lo que vais a hacer —admitió Finnian.
—Además, ya nos persiguen dos elthean: Ariel volverá cuando se aburra —dijo Aer.
—Si es que el Erosionador no le hace trizas antes —murmuró Rune.
—Nuestro viaje tendrá más peligros. Estáis a tiempo ahora de seguir vuestro camino —dijo Finnian, pronunciando una ligera sonrisa.
No sabía lo que habría pasado con Theri y el resto de los Pequeños Guerreros, pero ellos le ayudaron sin imaginarse que un enemigo como ese elthean demoníaco les atacara. Le encantaría tener la capacidad de volver en un suspiro a Alta Espada para ver si era capaz de encontrarles. ¡Al menos saber si sobrevivieron! Pero no tendría esa posibilidad, no con la suerte que le perseguía.
—Queremos ir contigo —dijo Leith tras permanecer unos segundos en silencio.
—¿Crees que voy a perderme la oportunidad de acompañar a un Signo? —dijo Ead con tanto entusiasmo que brilló más fuerte por unos instantes—. Este es mi primer peregrinaje, ¡y pienso aprovecharlo!
—Además, me diste tu poder. Lograste que evolucionara —dijo Leith con solemnidad, tendiéndole una de sus patas—. Quiero hacer lo mismo por ti, por Aer y Rune.
—¿Estáis seguros? —dijo Aer.
—No podría tener ni una duda —sonrió la dragona—. Ya verá ese Calamidad. ¡Se enterará de lo que somos capaces!
—Supongo que nuestro grupo aumenta a partir de ahora —dijo Finnian, esta vez mirando a Rune—. ¿No tienes algo qué añadir?
—Para nada. Entre lo particular que eres y que siempre te sigue el peligro, vamos a necesitar toda la ayuda posible —dijo Rune.
No estaba mal encaminada. ¿Cómo se suponía que lograría derrotar a tantos enemigos si no sabía ni cómo ayudarles? Al menos tenían tiempo hasta que llegaran al Galya. ¡Y con una dragona en su equipo!
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