《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 35.1 - Siempre hay nuevas cosas que aprender
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No hubo una celebración por la victoria, y ni siquiera pudieron considerarla como tal cuando la manada aulló, anulando la barrera que habían conjurado en cuanto el duelo se dio por finalizado. El segundo de Sköll fue quien lo confirmó, ayudándole a que se incorporara mientras uno de los lobos acudía para evaluar sus heridas.
—Eso sí que sería interesante de ver —dijo Finnian.
—Te sorprenderías de lo que nuestra magia es capaz de hacer —dijo Nero.
Aunque acercarse hubiera sido considerado como una provocación más. En efecto, Nero salió como vencedor de aquel enfrentamiento, pero tanto Finnian como Blanche eran una de las raíces al problema que la manada estaba haciendo frente. Nero había dejado claro que aquel incidente debía quedar en el pasado, para que todos continuaran con sus vidas de la mejor manera posible. Sin embargo, por mucho que sus tradiciones les incitaran a dejarlo pasar, mientras estuvieran cerca no lo harían al completo, salvo que lo zanjaran de una vez por todas.
—Lo que yo puedo hacer, no es algo que sea capaz de dárselo a cualquier elthean —dijo Finnian.
El círculo de lobos se convirtió en una reunión improvisada, con la manada a un lado y ellos a otro, casi como si fuera una negociación cuando en realidad estuvieran solucionando una disputa que venía de antes.
—El duelo ha terminado, con la victoria de Nero no son necesarias más explicaciones —dijo Flicka.
—Es posible, pero quiero darlas —dijo Finnian, logrando que la líder hiciera una leve reverencia con la cabeza—. Hay maneras distintas con las que puedo ayudaros, aunque no como me la pedís.
Nero era su compañero. Del mismo modo que no entendían cómo los Signos eran invocados o elegidos, tampoco comprendían cómo encajaban los elthean en aquella ecuación. Lo único que tenían claro es que ambos poseían un potencial y afinidad similar.
—Cuando nos encontramos por primera vez, os enfadasteis al ver que no iba contra los enemigos que tanto os han quitado —dijo Finnian—. Ignoro cómo lo hicieron nuestros predecesores, pero para poder solucionar los problemas de ahora, necesitamos ir donde empezó todo.
La mirada ámbar de Braunah captó aquellas palabras y el significado que había en ellas. Si tenía la edad suficiente, y Finnian no iba desencaminado por la impresión que le dio la loba, comprendería lo que pretendía. Pelear con Calamidad no solucionaría nada cuando había otro frente abierto del que ignoraban demasiadas cosas. ¿El Erosionador surgió a raíz de la última amenaza? Era la única respuesta lógica que tenían, aunque dudaban que fuera cierta.
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—Nosotros nos dirigimos hacia Risco Azul —dijo Braunah, tan calmada y serena como siempre—. Habrá tiempo hasta que nos separemos para que aprendáis un par de cosas.
—¿Eso significa… que quieres acompañarnos? —dijo Aer, no muy convencido con aquella propuesta, en especial por cómo de bien terminó su asociación en el pasado.
—Tranquilo, no volveremos a entrometernos en vuestro cometido —dijo Braunah.
Aunque, tal y como había expresado, podrían aprender un par de trucos extra que no les vendría mal.
—¿Crees que la manada nos dará problemas? —dijo Finnian.
—Ya sabes, por largarte con nosotros —añadió Aer con tono vacilante.
—No. Por muchas diferencias que tengamos, los círculos zanjan los problemas y seguimos hacia adelante—dijo Nero.
Aunque eso no impedía que volvieran a chocar. Conocía lo volátiles que eran algunos, Sköll era el ejemplo más sencillo, pero algo así sucedería en cualquier lugar, incluso en su mundo. Finnian asintió, soltando una carcajada nerviosa al averiguar que no era el único con un temor así. ¿Le parecían intensos? Desde luego. ¿Le intimidaban con solo gruñirle? No lo suficiente para que se escondiera detrás de sus amigos.
—Entonces Kali se irá, al menos de momento —dijo Blanche—. Un grupo tan grande la agobia, por no añadir que hay otros elthean cerca a los que podrá ayudar.
—¿Cuántos protegidos tiene? —dijo Finnian.
—Eso no me lo ha dicho, aunque yo soy nadie para frenarla —dijo Blanche, encogiéndose de hombros.
—Tampoco es que vaya a suponer una gran diferencia a cuando está aquí —dijo Aer.
Si bien los elthean se rieron por cómo de acertada fue aquella frase, procuraron dejarlo en el ámbito privado y no llamar a los problemas en su propio grupo. Bastante les estaba costando permanecer con un buen clima como para que ahora lo tiraran todo a la basura. Sin embargo, que el hada se marchara sin despedirse no les preocupó, sino cómo de distantes se mostraron los lobos. Braunah había regresado, confirmándoles que continuaban con sus planes, con la excepción de que ellos les acompañarían durante un tiempo. Sin embargo, no sabían cómo actuar los unos con los otros.
—Esto no es nada nuevo para mí —admitió Nero.
—Ni para mí, aunque tenemos a los populares que saben hacerse un hueco donde sea —dijo Finnian, señalando con el pulgar a Aer y Rune.
—Ya, creo que paso en esta ocasión —dijo Aer.
Tampoco es que tuvieran muchas alternativas, ¿no? Por muy diferentes que fueran de su amigo, de alguna manera limarían asperezas. Con Blanche estaban lográndolo, aunque fuera a pasos de tortuga, ¡pues con ellos no sería distinto!
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—Igual quieren asegurarse que no somos tan torpes como piensan —murmuró Leith—. Ey, sabéis que es cierto. Aunque más les vale que se mantengan lejos de nuestros asuntos.
—Eso sí que lo veo difícil. Sigo flipando por cómo reaccionó Sköll —dijo Blanche.
—Cada uno tiene su manera de ser —intervino Ead— y en tiempos difíciles, uno termina acudiendo a lo que les es conocido, lo que le resulta seguro.
Aquello le sonaba demasiado. Incluso a él le sobrepasaban los cambios de estar en Elthea, por lo que cualquiera de sus habitantes debía de afrontarlos de otro modo cuando su propio mundo estaba en peligro. Algunos lo ignorarían, igual que sucedía en la Tierra, pero también existía gente que luchaba por un mejor futuro. Quizás la manada, Braunah e incluso Sköll tuvieran métodos distintos, pero eso no les hacía tan diferentes los unos a los otros.
—Es gracioso, nunca hemos tenido que hacer frente a una situación así —admitió Nero.
Era evidente que la manada se había encontrado con otras, por no hablar de diferentes grupos o sociedades. Sin embargo, rara vez debían de lidiar con que uno de sus miembros formara parte de otro más. Que Nero fuera su compañero cambiaba el cómo funcionaban, en especial porque todos los de su grupo provenían de lugares distintos, pero también por los Signos.
—Bueno, otros han sabido adaptarse, nosotros también —dijo Finnian—. Nunca te había visto luchar de esa manera.
—No habíamos tenido la oportunidad —dijo Nero.
Lo que le hacía preguntarse qué más podrían conseguir Aer, Rune y Leith. Hasta ahora, luchaban unidos, sin frenarse ni permitir que su contrincante tuviera tiempo para contraatacar. Sus enemigos se comportarían de una manera similar, por lo que trataron adaptarse a algo así desde que entrenaban en el Galya.
—Aunque cada ocasión es única. Recuerda al yuan-ti —dijo Ead.
—Como para olvidarlo —dijo Aer, conteniendo un escalofrío.
—Era solo uno, igual que ahora —dijo Leith—. No es descabellado querer actuar de otra manera según las circunstancias.
—¿Crees que algunos de la manada querrían entrenar con nosotros? —dijo Rune.
—¿Habláis en serio? —dijo Nero, para después rodar la mirada y añadir—. Por supuesto que lo hacéis.
—Nosotros nos conocemos. Estamos conectados, y aunque bloqueemos la información que enviamos, seguimos estando acostumbrados a luchar juntos —dijo Aer.
Tampoco resultaba una locura que quisiera entrenarse, ni siquiera que Nero pensara que varios no tendrían reparos en ayudarle. Al fin y al cabo, si Braunah dijo que podían aprender un par de cosas, ¿por qué no empezar cuanto antes? Su viaje continuaba, llevándoles una vez más al Mar de Hierba, un lugar demasiado tranquilo incluso para ellos. Sin embargo, la idea de un nuevo entretenimiento les animó más de lo habitual.
—¿Vosotros qué opináis? ¿Os apuntaríais? —dijo Finnian.
—Quizás, aunque igual preferimos hacer un entrenamiento a nuestro estilo —dijo Blanche—. Aún le queda a Ark por controlar la energía que absorbe de sus contrincantes.
—¿Qué mejor manera contra algo que no conoces? —sugirió Ead.
Al fin y al cabo, barajaban aquello que podían cambiar para mejorar. Pocos estaban dispuestos ante algo así, menos aún se ponían a trabajar en ello en cuanto tenían ocasión. Sin embargo, tanto los elthean como los Signos poseían la fuerza de voluntad necesaria para eso y mucho más.
—Preferimos no arriesgarnos con la manada —dijo Blanche.
—Puede que ahora sean nuestros aliados, pero no todos los elthean ven con buenos ojos lo que soy capaz de hacer —dijo Ark.
Porque eran capaces de realizar magia a diferentes niveles, cada uno con sus afinidades y habilidades. El compañero de Blanche podía ser comparado a un comodín: hacía muchas cosas, pero no era capaz de convertirse en maestro de ninguna, salvo que hicieran lo que ella comentó. Controlar la energía era una habilidad igual de complicada que cualquier hechizo, pues entraban en funcionamiento muchas cosas que no controlaban. Porque al final, todo se limitaba a lo mismo. Aquello que estaba en su mano y lo que se les escapaba. Cualquier aspecto de la vida podía ser resumido en esa frase.
—¿Sabéis lo bueno? Todo tiene un mejor sabor cuando has trabajado duro —dijo Aer, chocando los puños con Finnian casi al mismo tiempo que Rune suspirara.
—Ey, hasta tú disfrutas de la comida casi tanto como los demás —dijo Leith.
—Aunque no rodeado de un grupo que puede vernos como alimento—admitió Rune.
—Tonterías, no tenéis tan buen sabor —dijo Nero, dándole un lametón a la misma elthean—. No, eso te lo aseguro.
—Lo que me faltaba por ver. ¿Lobos vegetarianos? —dijo Blanche.
—Nuestra dieta es equilibrada, aunque nunca contemplaríamos la posibilidad de devorar a los amigos —dijo Nero.
Puede que su compañero prefiriera la comida que la tierra podía ofrecerle, en lugar de cualquier otro elthean. Resultaba un gran consuelo, aunque no suficiente cuando recordaba la cantidad de situaciones en las que se vio así y, con la suerte que tenían, preferían no forzarla con sus actuales compañeros de viaje.
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