《[Spanish] La Llave del Destino》Capítulo 37.2 - La Orquídea Plateada
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Atravesar el umbral les permitió conocer la Orquídea Plateada por primera vez. De manera similar al Galya, aquella dorean estaba rodeada por montañas, aunque de una forma distinta. Al fin y al cabo, se encontraba internada en un profundo valle y tuvieron que descender por un sendero para poder llegar a la ciudad. A aquellas horas del día, donde el sol poniéndose ofrecía unos tonos cálidos y oscuros al mismo tiempo, poseía una belleza que iba más allá de lo que sus sentidos eran capaces de captar.
—¿Cómo habéis logrado un escudo tan potente? —dijo Ead, incapaz de contenerse la curiosidad ante tal hazaña.
Por no hablar de sus capacidades de camuflaje. Tal y como Anwil se limitó a explicar, la Orquídea Plateada estaba abierta a cualquiera que quisiera visitarla. Poseía las mismas defensas que las otras, aunque el caos que se extendía les obligó a tomar medidas. Los caminos estaban vigilados, por no hablar del cielo, pero siempre existían elthean custodiando las entradas, por si alguien pudiera necesitar ayuda. Sin embargo, la misma tormenta le puso sobre aviso, esperando problemas y evaluando todos sus alrededores antes de actuar. Por ese motivo, apenas vieron movimiento en las calles (tan anchas la mayoría para que Nero pudiera moverse por ellas), aunque había luz dentro de las viviendas.
—La vida aquí es tranquila por regla general, pero no nos gusta confiarnos —dijo Anwil.
Se refería a la anterior crisis. Quizás no estuviera para presenciarla, pero incluso Finnian veía sus efectos. Sin embargo, el elthean prefirió no hablar más de lo necesario, al menos mientras les guiaba hasta el interior de la Orquídea. Porque aquello no era un bosque, sino una ciudad que también funcionaba con la naturaleza. Había canales que llevaban el agua, lagos y cultivo, aunque no pudieron explorarla como les hubiera gustado. En lugar de ello, terminaron en el centro, justo después de una gran plaza que llevaba hasta una única mansión.
—Esto… —murmuró Finnian, parándose y mirando a su alrededor.
—No es tu primera visita, ¿me equivoco? —dijo Anwil.
Aquel lugar le resultaba conocido, y no solo por el sueño que había tenido. No supo muy bien qué contestarle, en especial porque la sonrisa que le lanzó, aunque cálida y paternal, al mismo tiempo denotaba una ligera pizca de tristeza, como si le faltara algo.
—No estoy seguro.
—Necesitas respuestas, es comprensible —asintió Anwil—. Al fin y al cabo, es aquí donde comenzó todo.
La mansión del Guardián eran más amplia que la de Ailfryd, aunque ignoraban cómo de espaciosa sería de verdad o qué contendría. Siendo fabricada con piedra blanca, les llevó hasta una salita donde pudieron reunirse, aunque dudaban que fueran a ser interrumpidos por nadie.
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—Antes de nada, hablasteis de Avira.
—Conocimos a la princesa en Kiyeira —comenzó a explicar Aer.
Narrarle lo sucedido allí, al menos de manera resumida, les permitió informarle sobre cómo iban las cosas en Hawell. Cualquier otro hubiera utilizado flechas mensajeras o elthean de confianza, pero desde la llegada de Calamidad y el Erosionador, ambos métodos perdieron eficaz por los constantes problemas que causaban.
—Por ese motivo nos confió esto —dijo Finnian.
Tendiéndole el colgante circular, una ligera sonrisa cruzó su rostro. Ignoraban qué relación tendría él con la princesa de Aurean, y aunque se morían de ganas por charlar más sobre ello, daba la impresión que Anwil iba con prisas. Siempre pendiente del tiempo como si le faltara.
—¿Dónde está Leander? —dijo Aer—. Ailfryd nos comentó que era el Guardián, salvo que le haya sucedido algo.
—Se encuentra bien, solo…
—¿Ocupado? —Rune terminó la frase.
—Anwil. ¿Qué ha ocurrido? —dijo Finnian.
—Más tarde lo comprenderéis —les prometió el Guardián—. Sobre todo porque habéis venido por un motivo.
Algo más que saber con mayor detalle qué sucedió allí. Ya estaban enterados de parte de su historia gracias a Ailfryd y Lelile, y por lo rápido que hablaba Anwil, no tardaron en corroborar los hechos. Todo comenzó con la anterior crisis, donde el Señor de la Calamidad planeaba hacer lo mismo que sus predecesores, controlar a los elthean con sus malvados poderes.
—Aunque aprenden —murmuró Finnian—. Pueden buscar lo mismo, pero sus métodos para alcanzarlo son diferentes.
—Y este Señor de la Calamidad en particular hizo lo impensable —dijo Anwil, siguiendo con su relato.
Como era de esperar, los Signos llegaron a Elthea cuando más se les necesitaba. Lucharon contra las fuerzas de Calamidad y fueron derrotándolas una tras otra. Sin embargo, consciente de sus limitaciones, Calamidad urgió un plan que lo cambiaría todo. Atrajo a los Signos aquí y les atacó con su poder hasta el punto en el que el anterior Guardián fue en su ayuda, incapaz de mantenerse alejado. Ganaron, o eso pensaron, pues en lugar de ello ocurrió algo sin precedentes. Calamidad destruyó al Guardián.
—¿Destruyó al Guardián? ¿Por qué? —dijo Leith.
—¿Qué ganaba con todo eso? ¿No se supone que los Signos son sus rivales? —añadió Nero.
—No andáis desencaminados, pero…—murmuró Ead.
—La intervención del Guardián y con el caos de la batalla hizo que Calamidad viera su oportunidad de sorprenderle —prosiguió Anwil.
Las Dorean tienen un sistema para mantener siempre a un guardián activo. Cuando este se retira o fallece, su segundo al mando toma el relevo. Sin embargo, Calamidad le asimiló y se disfrazó de él. Debido a que su energía y esencia se encontraron mezcladas, bastó con la ayuda de los Signos para penetrar las defensas de aquel lugar. También así logró llegar hasta el Corazón de la Orquídea.
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—Lo que me mostró Ailfryd —pensó Finnian.
Lo que le mostró Ailfryd. Podía considerarse como un secreto a voces. Todos comprendían que existía algo así, aunque solo aquellos que eran guardianes lograban verlo con sus propios ojos. Sus compañeros sabían de su visita, por lo que ninguno de ellos se sorprendió del todo ante tal revelación.
—Aquí necesitáis comprender un detalle. No importa el aspecto o poderes que tenga Calamidad, pues no siguen el ciclo vital de los otros elthean —dijo Anwil.
—Por mucho que se consideren como tal, no se convierten en huevos ni pueden renacer —dijo Ead, comprendiendo sus dudas.
Los elthean nacen de los huevos, estos crecen y con el tiempo fallecen. Pero su esencia no se pierde del todo y en ocasiones pueden renacer. Creían que Calamidad surgía del Infierno, de una brecha que cada cierto tiempo se abre. Es una de sus mayores debilidades y vio la oportunidad de cambiarla.
—¿Cómo? ¿Conquistando la Orquídea? ¿Teniendo el Dominio sobre ella? —exclamó Finnian, consiguiendo que más de uno de sus compañeros dieran un respingo—. ¿Qué de bueno tiene algo así?
—Porque al conquistarla y llegar hasta su corazón, podría afectar a la manera en la que nacen los huevos. Abriría una puerta a que otros de los suyos o elthean del infierno resurgieran aquí.
—Las consecuencias ante algo así serían irreparables —dijo Rune, incapaz de añadir nada más.
—Lo son en circunstancias normales —dijo Anwil.
Sin embargo, Calamidad ignoró a sus enemigos al tener la victoria tan cerca de sus garras. Los Signos y el segundo Guardián, ya convertido en el protector, lucharon contra Azazel por el corazón de la Orquídea Plateada. Le derrotaron, aunque no del todo. Con sus últimas fuerzas, Calamidad infectó con su energía esta zona para corromperla. Habría ganado de no ser por la intervención de la compañera de una de las Signos. Herida, pero no derrotada, sacrificó su vida para revertir lo que había hecho.
—Ese acto consiguió evitar un mal aún peor de lo que hubiera sucedido.
—Pero con un sacrificio igual de grande —murmuró Finnian mientras sentía hielo por su interior—. Ganaron y perdieron.
—La Orquídea pudo reparar el daño, pero extravió algo en el proceso, extraviando el esplendor que hasta ahora la había caracterizado. Dejaron de llamarla “Orquídea Dorada” y en lugar de ello, se convirtió en “Orquídea Plateada” —puntualizó el Guardián.
—Por eso hay menos elthean por aquí, ¿verdad? —dijo Rune—. En el Galya hay muchísimos más, siempre hay movimiento.
—Hay heridas que tardan en curarse —dijo Anwil— y por eso ahora todo es tan distinto.
—Aunque eso no explica por qué surgió esta llave aquí —dijo Finnian.
La ocultaba cerca de él, tanto que rara vez la sacaba. Había preferido no hacerlo desde que abandonaron el Galya, en especial porque Blanche se mostraría envidiosa ante algo así, aunque hizo bien en evitar una confontración así, en especial por el cómo estaban las cosas ahora.
—Corrompió a una elthean que la protegía, pero la llave dejó de prestarle atención en cuanto estuve cerca. Decidimos que era mejor no hablarlo con nadie para evitar posibles problemas. Además, tampoco quería probar el efecto que tendría en los demás —explicó Finnian.
—Dices que la tienes casi desde que llegaste a nuestro mundo, ¿no? —murmuró Anwil—. Debes reclamar lo que se oculta aquí. Tus visiones y esta llave te han guiado por un motivo.
Algo salió de todo esto que iba más allá de lo que afectó a la Orquídea. Un huevo surgió a raíz de la muerte de Calamidad y el sacrificio de un elthean, pero no se abría. Los anteriores Signos comprendieron que pertenecía a otro de los suyos, alguien que debía de solucionar los errores que cometieron.
—Y ese eres tú, Finnian —dijo Aer, dándole con suave codazo.
—Entonces, la puerta que he visto… ¿Es de verdad?
—Tanto como que tu misión va más allá de derrotar a Calamidad —dijo Anwil.
Hasta ahora, había aceptado que su tiempo allí no estaría nunca libre de complicaciones. Lo vivió en su propia piel, lo rememoró mientras aprendía en el Galya y también al viajar. Sin embargo, que se lo confirmaran le daba un significado distinto a todo. Al fin y al cabo, nunca había destacado en su mundo para que en Elthea fuera lo contrario.
—¿Qué hay que hacer? —dijo Finnian, inspirando hondo.
Ya que estaban allí, no sería él quien pidiera cenar y dormir, cuando a muchas de sus preguntas le faltaban respuestas y no quería marcharse sin averiguarlas. Por la manera que tuvo Anwil de asentir, además de frotarse las manos mientras sonreía, tampoco era alguien que le gustara perder tiempo.
—Esperaba que me dijeras eso.
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